Madejas distintas… Nuevas hechuras.
 
Soy Ana Luisa, tengo 19 años, mexicana de nacimiento, me convertí en hija por adopción a los tres meses de nacida.
He sido afortunada de tener unos padres amorosos y una buena educación, no me ha faltado nada. Siempre he sabido la verdad de mis orígenes por adopción.

Dicen que el sentimiento de la huella de abandono con el tiempo se aminora, sin embargo, éste me persigue en muchas ocasiones; hoy le digo a mi mamá: Imagínate lo fuerte que resulta que la mujer que te trajo a la vida renuncie a ti, que tu ombligo sea cortado al nacer y este vínculo deje de existir. Me abraza y  acaricia en su pecho, donde me acurruco para intentar romper esa sensación de vacío que aún me queda en el alma, sin ella no se cuál sería mi historia, el libro de mi vida sería escrito por otra pluma.

A la madre que me parió hoy le he perdonado porque puedo entender que probablemente vivió momentos difíciles para separarse de mí; cuesta mucho borrar ese sentimiento de abandono, pero trabajo en ello. 

Las mujeres la tenemos complicada porque en el vientre creamos vida, cuando ésta ha sido planeada, el aplauso ahí está, cuando no es así, la condena, el señalamiento, la vergüenza y la angustia prevalecen. A veces el mundo hostil no logra entender que estas renuncias de las mujeres a vivir su maternidad duelen hasta el fondo de las entrañas; la valentía se hace presente, las razones crispan la piel al escucharlas, los corazones rotos se fortalecen para dejar ir, cruzar un puente ajeno y un nuevo transitar por la vida en una continuidad distinta a la del origen.

Entre estos lazos perdidos y entretejiendo nuevos me encuentro hoy relatando parte de mi historia que aún tiene mucho que escribir.